Siendo humano

Cuando el río desaparece, sabemos que con él se evapora nuestro día a día. Monotonía que roe y erosiona el paisaje, que nutre la cultura que con ella se acicala. Cuando el río arde (Ale Montiel), este recuerda su camino bajo el carbón; surco o tajo, cicatriz abierta y limpia.

Su memoria se mantiene sin acompañarse de palabras, recuerdos tiernos a la intemperie que la sed despierta invocándolo de nuevo, resucitando el paisaje por momentos como Ana Amado y Lois Patiño con el Lavadoiro de Galicia, que recrean con una instalación la cotidianeidad devenida en arquitectura.

Nuestra identidad se adhiere al entorno dejando su huella. Nuestra existencia pendula de un extremo a otro buscando el equilibrio que nosotros mismos rompemos.

Los antepasados crujen bajo nuestro peso, igual que la arcilla bajo el presente activo. El sonido de las piedras (Marcela Cabutti) nos duele y alivia de forma simultánea. Ritual o costumbre que nos late como el pasado lo hace a través de nuestras venas, como rituales que masticamos aún, endurecidos dentro de nuestra boca.

En la antesala de la conciencia (Sally Santiago) nos encontramos con nosotros mismos como parte del todo. Dibujar la línea que nos separa de otros tiempos es una ilusión o un sueño que nos hurga. Después de partir seguimos estando.

El día a día hace de la política el lugar donde la teoría y la práctica se encuentran, permitiendo nuestras infinitas contradicciones. La instalación Un film flogista para Georg Stahl de Carlos Baixauli, nos hace testigos del bucle del que somos capaces, del fenómeno extremadamente bello de la transformación que mantenemos viva, haciéndonos parte ineludible del proceso.

Texto: Araceli López